Cristina González Ochoa, soltera, fue una persona trasparente, activa, espontánea y alegre. Poseía un gran talento práctico que le permitía solucionar con eficacia los problemas cotidianos, y un notable sentido del humor. Fue la mano derecha de su madre, en la administración del hogar pero, infortunadamente, tras la muerte de ésta, su salud emocional se quebrantó y la enfermedad la tornó escrupulosa e insegura. Desde entonces, la vida de Cristina prosiguió ensombrecida por la angustia pero apoyada por el cariño inmenso de sus sobrinos.

 

 Murió en Medellín, el 10 de mayo de 1978.

 

 

JAIME GONZÁLEZ OCHOA. De mi padre, recuerdo con profunda admiración la nobleza de su espíritu y su gran calor human. 

  

La devoción por su familia fue el eje de su vida. Tanto por la familia de sus padres y hermanos, como por la que él mismo constituyó al casarse con Ofelia.

 

 Al referirse a su padre, José Vicente González Arango, a quien no alcancé a conocer, lo hacía con un amor y un respeto sin iguales. En cuanto a su madre, mi abuela, a quien sí conocí, pude ver cómo Jaime vivía pendiente de que todos sus deseos fueran satisfechos, y listo a colaborar en la solución de cualquier asunto atinente a ella.

 

 Pero lo que más llama mi atención es el profundo afecto que guardaba por todos sus hermanos (y hermanas). Al referirse a cada uno de ellos, lo hacía con palabras positivas y emocionadas. Este afecto lo extendía a sus cuñados y cuñadas a quienes consideraba como hermanos propios. En su obra “Genealogía - Familia González Ochoa”, citada atrás, el autor incorpora una carta dirigida, por Jaime, a Tulia González Villegas, esposa de Mario, con ocasión de su matrimonio. En un aparte de la carta se lee:

 

 “No sabe usted cuanto es mi contento al poderla llamar a usted, como a las otras, hermana; y como me felicito porque tuve la dicha de ver cristalizada la felicidad del hermano que más quiero, porque felicidad lo es para él unirse, en la tristeza y en el encanto, a quien, como usted, tendrá un entendimiento cabal de las condiciones de Mario.

 

 ”Se unirá su alma grande, noble y fuerte, al entendimiento robusto y purificado en lo que el mundo llama adversidad, de Mario. Entienda que adversidad no hay más que una: La que nos separa de Dios y nos enseña la miseria humana como ídolo final.

 

”Yo, mi querida hermanita, me permito augurarle desde ahora, una vida como no se la soñaran hadas ni peregrinos, vida que, se de fijo, será la resultante de su criterio y del alma de su novio. Sus vidas se sintetizarán en dos palabras: amor incondicional y paz absoluta de conciencias.

 

“Sea siempre muy feliz le desea su hermano,

 

”Jaime”.

 

La devoción por la familia la extendía a parientes de su padre, ya ancianos, con quienes gustaba compartir algunos ratos, invitándolos a su casa, donde les dispensaba sencillas pero delicadas atenciones.  

 

De José Vicente González Arango, heredó su predilección por los pobres, la cual no estaba limitada a ayudarles en lo económico, sino centrada en darles un trato fraternal y sincero. Como su padre, perteneció hasta el final de su vida a la Sociedad de San Vicente de Paul, de la que fue socio activo y fiel.

 

 

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